Los seres humanos somos una especie más de este planeta, con unas cualidades que nos hacen fácilmente distinguibles del resto de los seres vivos. Al mismo tiempo, nos gobiernan pulsiones atávicas como al resto de los organismos, que nos hacen relacionarnos con el entorno de manera parecida. En los últimos siglos parecía que la evolución natural del hombre era desvincularse de la vida ligada a los avatares del entorno, hacia lugares más sofisticados, predecibles y pulcros. Pero la naturaleza necesita tiempo para los cambios, por pequeños que sean, y la humanidad en este siglo mira a la naturaleza desde la otra orilla, como algo que le fascina, un anhelo de unión con nosotros mismo.